domingo, 26 de octubre de 2014

Shibui - La caída de un clásico en Barcelona



Algo ha pasado. Seguro. Fui al Shibui por primera vez en el año 2008 y salí muy impresionado. Ayer volví, siete años después, y algo ha pasado. El restaurante que durante muchos años ha estado en los primeros puestos de los ránquines de restaurantes japoneses en Barcelona se ha convertido en un establecimiento mediocre. Vaya por delante que la cena se basó exclusivamente en la carta de platos sin gluten. Eso puede restar, pero el problema de la cena fue más allá de la calidad de la comida.

El interior del Shibui
Empezamos sentándonos en la mesa. De un restaurante top espero varias cosas. Una es cenar cómodo. A más de 20 centímetros de las mesas de al lado. Mesas apretadas que provocan incluso que los camareros te acaben dando golpes cuando trabajan sin espacio. El local no me hizo sentir a gusto.
Segundo punto lamentable. El servicio. No es que no fueran amables o serviciales. Es que no aportaban nada. No soy un experto en comida japonesa. El maitre fue incapaz de darme ninguna sugerencia. No intuyó que necesitaba algo de asesoramiento y el resultado fue que acabamos cenando poco, y sin descubrir nada de la carta, claro. Makis de salmón y atún, brochetas de vieira i fideos Yakishoba. Sin más. En todo momento, los camareros nos atendieron un pie a punto de salir corriendo. Con prisas. Sin ser desagradables, la atención no es detallista. Casi sentí que molestaba cuando pedía algo.

El servicio en un orden raro. Primero la brocheta. Antes que el vino y el agua, por cierto. Buena. Se paga, pero la verdad es que estaba bastante bien sin ser un plato que tenga gran secreto.

Brochetas de vieira

Después llegaron los fideos Yakishoba. Sin más. Los podría haber comido en cualquier japonés de comida rápida o de menos nombre y supuesta calidad. Y para acabar, los makis. Como el maitre no supo ni quiso “vendernos” nada más, acabamos con los más simples del universo. Tristes.

Makis de atún y salmón


Quisimos pedir algo más pero para cuando volvió el camarero (tarde)se nos habían pasado las ganas y saltamos al postre. Yo recordaba lo que comí en el 2008. Un helado crujiente de vainilla envuelto en una especie de crep caliente. Con el paso de los años incluso el recordado postre se ha vuelto mediocre. El crep, frío, restaba la sensación frío/caliente que le daba el toque especial al plato.

Helado crujiente de vainilla

Al final con una desilusión considerable solo nos apetecía acabar y marcharnos. Al menos, el hecho de comer poco y simple hizo que la cuenta no subiera mucho. El sitio es caro. Precio final: 62 euros con un vino normalete. I, ojo! Revisando la cuenta nos cobraban dos botellas en lugar de una. Por cierto, la cuenta de la mesa de al lado tampoco estaba bien. El último despropósito para cerrar una experiencia gastronómica que queda muy lejos de lo que ofrecía el Shibui hace un tiempo. Lo dicho, la caída de un clásico.

1 comentario:

  1. A pesar de estar en mi misma manzana no he ido nunca al Shibuy, no se si es porque aunque me encanta la comida "japo" a la hora de elegir un buen restaurante prefiero decantarme por uno de cocina tradicional o por el hecho de que este restaurante no tiene carta con precios en la entrada, cosa que no me suele gustar. Pero por si tenía alguna duda ahora me lo has dejado muy claro. Un abrazo y gracias

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