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Algo ha pasado. Seguro. Fui al Shibui por
primera vez en el año 2008 y salí muy impresionado. Ayer volví, siete años
después, y algo ha pasado. El restaurante que durante muchos años ha estado en
los primeros puestos de los ránquines de restaurantes japoneses en Barcelona se
ha convertido en un establecimiento mediocre. Vaya por delante que la cena se
basó exclusivamente en la carta de platos sin gluten. Eso puede restar, pero el
problema de la cena fue más allá de la calidad de la comida.
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El interior del Shibui |
Empezamos sentándonos en la mesa. De un
restaurante top espero varias cosas. Una es cenar cómodo. A más de 20
centímetros de las mesas de al lado. Mesas apretadas que provocan incluso que
los camareros te acaben dando golpes cuando trabajan sin espacio. El local no
me hizo sentir a gusto.
Segundo punto lamentable. El servicio. No
es que no fueran amables o serviciales. Es que no aportaban nada. No soy un
experto en comida japonesa. El maitre fue incapaz de darme ninguna sugerencia.
No intuyó que necesitaba algo de asesoramiento y el resultado fue que acabamos
cenando poco, y sin descubrir nada de la carta, claro. Makis de salmón y atún,
brochetas de vieira i fideos Yakishoba. Sin más. En todo momento, los camareros
nos atendieron un pie a punto de salir corriendo. Con prisas. Sin ser desagradables,
la atención no es detallista. Casi sentí que molestaba cuando pedía algo.
El servicio en un orden raro. Primero la
brocheta. Antes que el vino y el agua, por cierto. Buena. Se paga, pero la
verdad es que estaba bastante bien sin ser un plato que tenga gran secreto.
Brochetas de vieira |
Después llegaron los fideos Yakishoba.
Sin más. Los podría haber comido en cualquier japonés de comida rápida o de
menos nombre y supuesta calidad. Y para acabar, los makis. Como el maitre
no supo ni quiso “vendernos” nada más, acabamos con los más simples del
universo. Tristes.
Makis de atún y salmón |
Quisimos pedir algo más pero para cuando
volvió el camarero (tarde)se nos habían pasado las ganas y saltamos al postre.
Yo recordaba lo que comí en el 2008. Un helado crujiente de vainilla envuelto
en una especie de crep caliente. Con el paso de los años incluso el recordado
postre se ha vuelto mediocre. El crep, frío, restaba la sensación frío/caliente
que le daba el toque especial al plato.
Helado crujiente de vainilla |
Al final con una desilusión considerable
solo nos apetecía acabar y marcharnos. Al menos, el hecho de comer poco y simple
hizo que la cuenta no subiera mucho. El sitio es caro. Precio final: 62 euros
con un vino normalete. I, ojo! Revisando la cuenta nos cobraban dos botellas en
lugar de una. Por cierto, la cuenta de la mesa de al lado tampoco estaba bien. El
último despropósito para cerrar una experiencia gastronómica que queda muy
lejos de lo que ofrecía el Shibui hace un tiempo. Lo dicho, la caída de un clásico.
A pesar de estar en mi misma manzana no he ido nunca al Shibuy, no se si es porque aunque me encanta la comida "japo" a la hora de elegir un buen restaurante prefiero decantarme por uno de cocina tradicional o por el hecho de que este restaurante no tiene carta con precios en la entrada, cosa que no me suele gustar. Pero por si tenía alguna duda ahora me lo has dejado muy claro. Un abrazo y gracias
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